“Tu tarea no es buscar el amor, sino simplemente buscar y encontrar todas las barreras dentro de ti que has construido contra él”. -Rumi
Parte del camino de volverse adulto psicológica y espiritualmente tiene que ver con dejar ir nuestras ideas preconcebidas de felicidad. Comenzar a preguntarnos sobre si el placer es lo mismo que felicidad y si ésta realmente reside en nuestro interior. Cónocete a ti mismo y conocerás el universo decía Socrates. ¿Acaso podría haberse referido a conocer la felicidad? ¿Cómo accedo a este elixir del que los grandes místicos hablan en todas las tradiciones espirituales y del que poco sabemos reconocer?
Muchas de las personas que acompaño en su transitar espiritual han llegado a tocar su corazón insatisfecho. Logran tener el coraje suficiente de reconocer una sensación desagradable de incomodidad que les recorre y que es fácil dopar con horas de netflix, estudios académicos, gimnasio, parejas y dating apps. Estas valientes personas se dan cuenta que lo que usan constantemente para evadir su dolor (usualmente entretenimiento o personas) no es más que un simple parche curita. En el fondo y con cierto desazón reconocen su incapacidad de transitar la incomodidad del dolor inherente a la existencia humana. Por primera vez reconocen que hay algo que no saben, lo cual genera una profunda humildad hacia la vida y comienzan a preguntarse si el dolor es parte de la ecuación de la felicidad. Mi respuesta a esto es SI. El dolor, los No de la vida, el rechazo, las desilusiones, el duelo forman parte de la Gran Felicidad.
La gran felicidad es el transitar por la vida sin resistencias movidos por nuestras virtudes en sintonía con el servicio a algo más grande que nosotros. La vida se mueve con sus devenires propicios y desafortunados a expensas de nuestros deseos y este reconocer nos parte el corazón y nos expande mientras vamos creciendo. La gran felicidad es escuchar este oleaje con corazón y para esto necesitamos aprender a escuchar lo que realmente somos despojándonos de lo que creemos que somos. Pienso que el "conócete a ti mismo" no se refiere a conocernos intelectualmente o desde nuestros conceptos limitados duales. Sócrates se refería al conocernos en un espacio reducido de conceptos, un espacio amoroso que todo lo contiene como se diría en la tradición budista (vacuidad). ¿Qué somos cuando dejamos de conceptualizar lo que somos?
Para aprender a escuchar la voz sutil de lo que somos es vital aprender a calmar la mente. Con tanto ruido mental la escucha no es clara. Por esta razón, el acompañamiento en prácticas de meditación y contemplación son fundamentales en el transitar espiritual. Sin el cultivo de la presencia y la contemplación de nuestros estados interiores las terapias incluyendo las constelaciones familiares se convierten en un mero producto de consumo y corremos el riesgo de enquistarnos en nuestro yo infantil que no asume plena responsabilidad. Las prácticas contemplativas tradicionales como la meditación budista tienen como objetivo devolvernos el estado primario de bienestar del que venimos. Una sensación interior de amigabilidad que irradia en todas las direcciones y nos llena de un tibio sentir de confianza plena con la vida. Este bien-estar es una experiencia muy personal pero que podria traducirse desde mi limitada mirada como un profundo SI a la vida como es, un SI a los que son, SI a los que fueron y un completo y gran SI a lo que soy.
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